Con una facturación que alcanzó los 600 millones de dólares en 2024 y con más de 100.000 familias involucradas en su cadena productiva, los biocombustibles representan un motor clave para el desarrollo económico y rural del Paraguay. La Biocap recuerda que a partir de materias primas nacionales como el aceite de soja, esta industria genera empleo, valor agregado, industrialización y oportunidades en todo el país.
Por el Día Internacional del Biocombustible, que se celebra cada 10 de agosto en conmemoración al inicio de su uso en Alemania, la Cámara Paraguaya de Biocombustibles y Energías Renovables (BIOCAP) recuerda el valor estratégico del sector, no solo en términos ambientales, sino también sociales y económicos.
“El año pasado, la industria de los biocombustibles facturó casi 600 millones de dólares en Paraguay. Hablamos de una cadena productiva que involucra directa e indirectamente a más de 100.000 familias, desde productores agrícolas hasta trabajadores industriales”, destacó Massimiliano Corsi, presidente de BIOCAP.
El biodiésel paraguayo se elabora principalmente a partir del aceite de soja, un subproducto de la industria del “crushing” que también produce harina proteica para la alimentación animal. Este aprovechamiento integral convierte a los biocombustibles en un eslabón fundamental de una economía circular rural que genera empleo, valor agregado y desarrollo, en los términos de Corsi.
Además del impacto económico, Corsi destaca el beneficio ambiental explicando que cada litro de biodiésel evita hasta un 80% de emisiones de dióxido de carbono (CO₂) comparado con el diésel fósil. “Estamos hablando de una energía renovable que ya se produce en el país, que no depende de importaciones, que no requiere cambiar el parque automotor y que está lista para contribuir aún más. Pero necesitamos una política pública clara y decidida”, insistió Corsi.
De urgencia: convertir el techo en piso
Actualmente, el biodiésel en Paraguay se mezcla en un porcentaje de hasta 5% con el diésel tipo III, el más común del mercado. Sin embargo, esa mezcla es variable, ya que la Ley 6.389 establece un rango de 0% a 5%, lo que deja al sector en situación de vulnerabilidad frente a eventuales cambios políticos.

“El gran desafío hoy es asegurar que ese 5% sea el piso, no el techo, y que a partir de ahí se pueda subir la mezcla hasta un 20% según condiciones de mercado. Necesitamos esa seguridad jurídica para proteger las inversiones actuales y futuras”, explicó el presidente de BIOCAP. Corsi advierte que sin este cambio legal, con cada cambio de gobierno podría retroceder el porcentaje de mezcla, lo que pondría en riesgo todo el programa nacional de biodiésel.
BIOCAP espera que el Poder Ejecutivo envíe al Congreso una propuesta de modificación de la ley vigente, estableciendo el 5% como mínimo obligatorio, con un rango dinámico de hasta el 20%. La entidad plantea que las variaciones puedan ser definidas por el Ministerio de Industria y Comercio según criterios técnicos.
Mientras Paraguay mantiene un 5% de mezcla, Brasil ya se encuentra en 14% desde el 1 de agosto, con metas aún más ambiciosas. “Brasil produce petróleo, pero también tiene una política de Estado muy firme con los biocombustibles. Nosotros, que no producimos petróleo, deberíamos ser aún más decididos”, afirmó Corsi.
Hoy, gran parte del aceite de soja paraguayo, si no es utilizado localmente, termina exportado y transformado en biodiésel por industrias extranjeras, principalmente brasileñas. “Estamos dejando escapar una oportunidad de oro para la industrialización nacional, la retención de divisas y la creación de empleo local”, subrayó el presidente de Biocap.
Para Corsi, los biocombustibles deben entenderse como una cuestión de soberanía energética. “Nosotros no tenemos petróleo. Dependemos de otros países para importar combustibles fósiles. Pero sí tenemos soja, tenemos la tecnología, la industria y la mano de obra para producir nuestro propio combustible. Esa es nuestra defensa.”
En un contexto internacional cambiante, con mayores presiones fiscales y comerciales, Corsi considera fundamental reforzar las capacidades productivas locales: “El mundo se está volviendo cada vez más proteccionista. Si no industrializamos lo que tenemos, otros lo harán y lo revenderán con impuestos. Necesitamos aprovechar nuestros propios recursos”, dijo.
Un fenómeno reciente está afectando las ventas de diésel tipo III, que es el combustible al que se mezcla el biodiésel. Según BIOCAP, en el primer semestre de 2025 se comercializaron 40 millones de litros de biodiésel, una cifra levemente inferior a la del mismo periodo del año pasado porque “La gente está migrando a vehículos nafteros, más pequeños y eficientes. El crecimiento de plataformas como Uber y Bolt también impulsa esta tendencia, ya que la mayoría de esos vehículos no usa diésel”, explicó Corsi.
Por eso, aunque el porcentaje de mezcla se mantenga, el volumen total baja, reduciendo la capacidad de operación de las plantas y afectando la sostenibilidad del sector.
Una solicitud al gobierno: “Tenemos que aplicar en casa lo que estamos diciendo afuera”
Sin embargo, Corsi reconoce los esfuerzos recientes del gobierno paraguayo en promocionar la energía renovable en escenarios internacionales, pero reclama que es hora de pasar del discurso a los hechos: “Tenemos que aplicar en casa lo que estamos diciendo afuera. Es momento de decisiones firmes, de transformar la promoción en política pública.”
La Cámara BIOCAP asegura mantener un diálogo constante con el Poder Ejecutivo, buscando consensos y colaborando con propuestas concretas. “Queremos apoyar. Representamos a los inversores, a la industria. No pedimos subsidios, pedimos reglas claras y estables para poder crecer.”
El mensaje final de BIOCAP es que los biocombustibles no deben verse solo como energía, sino como parte de un ecosistema productivo y social que beneficia al país en múltiples frentes: “Más alimento, más energía, más empleo, menos emisiones. Todo eso viene junto cuando se apuesta por el biocombustible.”