Janaina Martuscello: “El éxito de la pastura empieza con la calidad de la semilla y el entendimiento del suelo”

La correcta elección de la semilla, la densidad de siembra y el manejo del suelo fueron los ejes de la disertación técnica de la profesora Janaina Martuscello, referente latinoamericana en forrajes y pasturas, ella es zootecnista y docente titular de la Universidad Federal de São João Del Rei (UFSJ) durante su participación en el 33º Congreso del Consorcio de Ganaderos para la Experimentación Agropecuaria (CEA) en el Centro de Convenciones de la Conmebol.

Durante el espacio de preguntas y respuestas, Martuscello, autora de obras de referencia como Seu dinheiro é capim (Tu dinero es pasto) y Mitos da pecuária a pasto (Mitos de la ganadería a pasto)  explicó que una buena implantación forrajera parte de una comprensión técnica precisa sobre el tipo de semilla utilizada.

“Mi recomendación para una buena implantación es lograr al menos 25 plántulas de brachiaria y 50 de panicum por metro cuadrado. Pero eso no se logra con un número fijo de kilos por hectárea, sino conociendo cuántas semillas reales estamos colocando en el suelo”, explicó.

La investigadora destacó la creciente disponibilidad de información técnica por parte de las semillerías como el peso de mil semillas (PMS), lo que permite a los productores calcular con mayor exactitud la dosis necesaria. Sin embargo, advirtió que la calidad de las semillas sigue siendo muy variable en el mercado.

“El PMS es un dato importante, pero también debemos considerar la pureza y la germinación. Si tenemos una semilla con 50% de germinación y pureza, se necesitan al menos 50 semillas para formar 25 plantas. Con una germinación del 70%, ese número baja, pero siempre hay que hacer el ejercicio”, detalló.

Martuscello explicó que el uso de semillas revestidas, una tendencia en aumento en Brasil y con presencia creciente en Paraguay, cambia significativamente la planificación de siembra: “La semilla revestida puede pesar de dos a cuatro veces más que la desnuda. En el caso del panicum, puede llegar a cuadruplicar el peso. Eso significa que hay menos semillas por gramo, por lo tanto, debemos aumentar la dosis de siembra por hectárea si queremos mantener la misma densidad de plantas”.

La zootecnista, insistió en que la siembra debe basarse en el valor cultural real del lote, no en promedios comerciales. “En Brasil se permiten semillas con valores culturales del 32%, lo que es absurdo. Con esa calidad, el productor debe triplicar la cantidad sembrada para lograr una cobertura mínima. Necesitamos ser más exigentes con la calidad del material que entra al mercado”, subrayó.

Otro punto central de su exposición fue la fertilización fosfatada combinada, una estrategia que, según Martuscello, permite mantener la productividad por varios años sin necesidad de reposición.

“En nuestros ensayos utilizamos una proporción de 80% de fosfato natural reactivo y 20% de una fuente de rápida liberación, como el MAP o el superfosfato triple. Con esa combinación, nuestras pasturas alcanzaron hasta 32 toneladas de materia seca por hectárea sin reposición de fósforo durante cinco años”, destacó

La especialista explicó que los fosfatos sedimentarios, como los provenientes de Marruecos, Arad o Perú, son los más efectivos en este tipo de mezcla. “Las rocas de origen volcánico, como algunas brasileñas, liberan el fósforo más lentamente y no logran el mismo efecto. Por eso siempre recomiendo usar fuentes sedimentarias, especialmente en sistemas de pasturas de larga duración”, puntualizó.

Nuevas variedades: potencial de la Brachiaria Dunamis

Entre las innovaciones presentadas, Martuscello mencionó la Brachiaria Dunamis, un híbrido desarrollado en Colombia y México que ya está disponible en el mercado brasileño y comienza a introducirse en Paraguay.

“Es una brachiaria híbrida entre brizantha y decumbens, con buen valor nutritivo y un hábito decumbente que permite cubrir bien el suelo. Es ideal para suelos inclinados o de menor fertilidad, aunque todavía estamos evaluando su persistencia a largo plazo”, señaló.

También mencionó otras opciones emergentes como la cultivar Caimán, de reciente introducción, aunque advirtió que se requiere más tiempo para confirmar su comportamiento y durabilidad bajo distintas condiciones de manejo.

Adaptación a ambientes desafiantes

La investigadora se refirió al contexto de los suelos chaqueños paraguayos, caracterizados por su heterogeneidad y limitaciones de mecanización.

“El Chaco paraguayo presenta zonas húmedas, semiáridas y áridas, muy parecidas a los desafíos que enfrentamos en Brasil. En áreas con declive, donde no se puede mecanizar, el método de siembra directa sin preparación del suelo puede funcionar, pero requiere aumentar la densidad de siembra hasta cuatro veces para garantizar la formación de la pastura”, explicó.

Martuscello señaló que su grupo de investigación trabaja actualmente en el mejoramiento de especies forrajeras adaptadas a condiciones extremas, tanto de sequía como de anegamiento, con el objetivo de ofrecer alternativas sostenibles para sistemas productivos de América del Sur.

“Soy una defensora de la calación en cobertura. Si cada vez que necesitamos corregir el pH o neutralizar el aluminio debemos remover el suelo, no hay pecuaria que se sostenga. Es posible hacerlo con el pasto en pie, pero debemos aplicarlo al inicio de las lluvias y rebajar el pasto antes para evitar el efecto paraguas, que impide que el correctivo llegue al suelo”.

Finalmente, la docente alentó a los técnicos paraguayos a seguir ajustando sus prácticas locales: “Siempre hay espacio para mejorar. Lo importante es entender que el suelo, el clima y la semilla deben trabajar juntos. La pastura no se impone: se construye con conocimiento y observación”, concluyó.

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