El 33º Congreso CEA “Pasturas y Forrajes” arrancó con la salud del suelo como eje de la primera disertación

La salud del suelo fue el eje central de la disertación “Desde el suelo hacia el pasto: Claves para entender cómo el suelo define la producción forrajera”, presentada por el Dr. Ing. Agr. Federico Barreto durante el 33º Congreso del Consorcio de Ganaderos para la Experimentación Agropecuaria (CEA). El especialista instó a productores y técnicos a priorizar el diagnóstico del suelo “sin diagnóstico no hay corrección posible”. Con ejemplos claros y prácticos, Barreto subrayó que cada suelo tiene necesidades específicas y que la recuperación de su fertilidad es un proceso gradual que requiere manejo técnico, planificación económica y una mirada integral que combine aspectos físicos, químicos y biológicos.

Durante la charla técnica dirigida a productores y profesionales del agro en el 33º Congreso del Consorcio de Ganaderos para la Experimentación Agropecuaria (CEA, enfatizó la necesidad de realizar diagnósticos precisos del suelo antes de aplicar cualquier tipo de fertilización o correctivo, señalando que “el primer paso siempre es el análisis, porque sin diagnóstico no hay corrección posible”.

El especialista comparó la salud del suelo con la del cuerpo humano con una didáctica accesible: “Cuando vas al médico y te dicen que tenés un problema del corazón, no podés tratar el estómago. En el suelo pasa lo mismo: hay que identificar el factor más limitado y corregirlo primero”. Según explicó, la aplicación de cal agrícola (calcáreo) debe ser prioritaria, ya que “es el corrector del suelo por excelencia”, pero insistió en que cada campo, cada suelo, tiene necesidades precisas diferentes.

Pereira destacó que la recuperación de un suelo degradado puede demorar entre dos y tres años, dependiendo del nivel de deterioro y del manejo aplicado. “Si degradaste tu suelo durante 20 años, no esperes resultados inmediatos. Es un proceso lento, pero posible”, puntualizó.

El rol del ganado y la compactación del suelo

En respuesta a una consulta sobre el impacto del ganado en la fertilidad del suelo, el experto aclaró que el estiércol y la orina de los animales pueden aportar nutrientes, pero no compensan por completo lo que el suelo pierde: “Si el suelo está degradado, el pasto que come el animal también lo está; entonces, el aporte de nutrientes será limitado”.

Sobre el pisoteo animal, explicó que sí puede generar compactación, especialmente en suelos húmedos, aunque el daño es menor comparado con el de maquinaria pesada. “Hay que evaluar cada caso con un penetrómetro. Con una buena estructura del suelo y correcciones físicas, ese problema se reduce significativamente”, señaló.

Pereira también abordó la situación de los suelos del Chaco Central, donde, junto con el equipo de IDEAGO y la cooperativa Chortitzer, están realizando estudios sobre el uso de yeso agrícola. “Encontramos deficiencias de calcio y magnesio, y problemas de compactación. Se requiere aplicar calcáreo y yeso para mejorar el perfil del suelo”, detalló.

Recomendó además hacer análisis estratificados (por capas) para identificar correctamente las limitaciones químicas y físicas. “Los problemas físicos solo se resuelven con manejo físico. No hay otra forma”, sostuvo.

Respecto al uso del Ripper o subsolador, advirtió que su efectividad depende de la humedad y del tipo de suelo. “En suelos con alto contenido de limo, como los del Chaco, se compactan fácilmente tras las lluvias. No hay recetas únicas: cada suelo necesita su propio diagnóstico”, enfatizó.

Otra preocupación que se manifestó en el intercambio de preguntas y respuestas, se ubicó la lixiviación de nutrientes (arrastre por lavado) sobre esto respondió que depende del tipo de elemento. “El potasio puede lixiviarse en algunos casos, pero el fósforo y el calcio tienen una dinámica diferente. Por eso es fundamental entender cómo se comporta cada nutriente y no generalizar”, advirtió.

Costos y manejo económico

Consultado sobre los costos de corrección, el consultor indicó que el subsolado ronda entre 70 y 100 dólares por hectárea, y las aplicaciones de fertilizantes o correctivos entre 15 y 20 dólares por hectárea, dependiendo del nivel de degradación. “Nuestro objetivo como técnicos es equilibrar la eficiencia técnica con la viabilidad económica. El suelo es como el cuerpo humano: hay que invertir en lo que realmente necesita”, expresó.

El especialista cerró su exposición resaltando la importancia del manejo integral del suelo: “La clave está en corregir desde lo físico, lo químico y lo biológico. Todo tiene solución, pero solo si se parte de un diagnóstico serio”.

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