Un suelo agrícola de uso ininterrumpido por 30 años fue recuperado mediante el trabajo sistemático con siembra directa y rotación de cultivos. El señor Leonardo Montanía, conocido por familiares y amigos como “Checho” comentó que recuperó la esperanza tras empezar a trabajar con agricultura sustentable y biotecnología, los buenos resultados contagiaron a su comunidad para que muchos más apuesten por estas buenas prácticas y aseguró que no sólo están felices, sino que ahora son fanáticos de su sistema de trabajo.
La agricultura familiar necesita la asistencia de profesionales, porque las buenas intenciones no son suficientes para mejorar la producción. “Nosotros lo intentamos, pero entendimos mal, lo hicimos todo mal tratando de trabajar con siembra directa, hasta que alguien de INBIO vino a enseñarnos y recuperamos nuestro suelo y vivimos con la alegría de saber que podemos seguir trabajándolo hasta los 100 años”, dijo Leonardo Montanía, colaborador del Programa de Agricultura Sostenible con Biotecnología (PASB) al compartir su experiencia de trabajo en su finca localizada en Calle Maria Auxiliadora en el distrito de Liberación, departamento de San Pedro.
Don Checho recuerda que cuando escucharon de la técnica de siembra directa, intentaron aplicarla con su hermano con quien trabajaban la finca familiar, pero tuvieron un pequeño inconveniente, no entendieron de qué se trataba.
Fue una visita del Ing. Hector Cristaldo, actual vicepresidente de INBIO, la que generó el primer contacto de Don Checho con el Instituto de Biotecnología Agrícola (INBIO). En una de sus visitas a la zona recorrieron juntos la chacra de la familia Montanía y fue entonces, que al notar la situación de pobreza de su suelo le propuso trabajar con el sistema de siembra directa, para que si estaba interesado, ingresara a un programa de asistencia para la recuperación del suelo. El siguiente encuentro ya fue con el equipo de técnicos entre los que recuerda a la Ing. Estela Ojeda que aún los visita regularmente, según comentó.
Una historia superada: Suelo empobrecido e ingresos descontinuados
“Antes de nuestro primer contacto con INBIO producíamos algodón para la venta, también sésamo y tabaco. A la par siempre contamos con un huerto y de allí, la venta de tomate era la que ayudaba a la economía familiar para mantener una paralela pequeña producción pecuaria que debía ser sostenida. Después cultivamos mandarinas. Con las mandarinas teníamos ingresos a partir de marzo y esto se extendía hasta agosto o máximo setiembre”, recordó Montanía, destacando que sus ingresos económicos en el año no eran constantes pues dependían de su cosecha que no integraba, sino que intercalaba los cultivos por año, a pesar de que siempre trató de tener una buena variedad.
“Una vez que iniciamos el trabajo con INBIO empezamos con la rotación de cultivos. Así empezó la asistencia técnica, para la recuperación del suelo, cultivamos en rotación, soja, maíz, abono verde, mandioca, canavalia, mucuna, nabo, los resultados fueron tan positivos que nos volvimos fanáticos del sistema”, recordó.
“INBIO llegó para enseñarnos que significa zafriña, cómo trabajar mejor en la zafra, gracias a esa integración y rotación, hoy no somos dependientes de un solo cultivo, ahora cultivamos soja, maíz, mandioca y en medio de estos, un poco de sésamo. Este año por ejemplo el resultado de trabajar con biotecnoogía y siembra directa se notó mucho porque no cayó una sola gota de lluvia desde que sembramos el maíz y aun así tuvo espigas, mi familia vende los granos y así tenemos ingresos cada tantos meses”, recordó Montanía.
Chacra familiar, escuela agrícola comunitaria
“La diferencia es enorme desde que adquirimos conocimientos sobre el sistema de agricultura sustentable, la experiencia adquirida, el aprendizaje, dura para toda la vida y lo que más nos anima es que mientras vivamos, sabemos que la tierra siempre podrá producir, nunca va a acabar el abono y mientras podamos producir, seguiremos generando ingresos”, dijo a A&N.
Don Leonardo valora que su chacra se haya convertido además de su medio de sustento, en una escuela de agricultura para los vecinos de Liberación. “Mis compañeros vienen a aprender, miran, observan cómo se trabaja pero sobre todo observan los resultados, que los animan a seguir en el rubro a pesar de las dificultades”, expresó.
Montanía comentó que el contacto con INBIO no fue único, sino que cuentan con acompañamiento constante, técnicos de INBIO acuden para realizar capacitaciones teóricas bajo la sombra de su árbol demango, y de campo, en la chacra donde están ubicadas las parcelas demostrativas del Programa.
“Los pequeños productores tienen mucho miedo al cambio, el miedo existe pero creo que es por el gran sacrificio que exige el trabajo en la chacra, imaginen el trabajo manual, las manos curtidas por trabajar la tierra, la presión de las malezas, las muñecas quebradas por la fuerza que exigen las herramientas, es un verdadero esfuerzo físico y después de tanto trabajo, imaginen ver que el resultado no es suficiente, es difícil admitir que menos esfuerzo tendrá mejores resultados”, dijo Montanía pidiendo empatía con los pequeños productores.
Sin embargo, Don Checho, también asegura que el temor no está solo en cambiar un sistema tradicional, sino que también está el inconveniente de que no existen herramientas al alcance de la agricultura familiar. Tienen miedo de empezar y no poder darle continuidad a su trabajo. Aquí recordó a las autoridades estatales convocándolas a hacer la apuesta por la sustentabilidad. “El ministerio de agricultura, las secretarías de agricultura de los municipios, gobernaciones, las municipalidades, deben apostar por este sistema y apoyar con sus recursos para que el campesino no tenga miedo, tienen la responsabilidad de ayudar a que el trabajo sea más liviano para el campesino. Por ejemplo, facilitándoles rolo; eso lo que se necesita en esta zona, es el único sacrificio que se debe hacer, por eso muchos no se animan porque no tienen con qué”, comentó.
Paciencia por la esperanza de la continuidad.
Una cuestión que Don Checho considera que todo productor debe entender sobre el cambio del sistema convencional al sistema de siembra directa es que no va a ser un proceso inmediato, si la tierra está demasiado golpeada, se necesitará un mínimo de 2 años para ver resultados. Acota que si uno es agricultor, es difícil cambiar de rubro y tener una garantía de que se puede seguir usando una tierra, la misma tierra es muy positivo. “Imaginen el alivio de saber que esa misma tierra podrá sostener a la familia siempre, que estará disponible incluso si los hijos deciden seguir en el mismo rubro”.
Le preguntamos a Don Checho Montanía cómo se siente al recibir a sus vecinos para las capacitaciones que se realizan en su propiedad;
“A mi me da esperanza” respondió, celebrando que su hogar es un espacio que permite la transferencia de experiencias de trabajo positivas. “El conocimiento es algo que nadie le va a quitar”, dice y acota “Estamos entusiasmados por la siembra directa y el uso de biotecnología, porque sabemos que si llegamos a vivir 100 años, seguiremos produciendo maíz en la misma tierra, mandioca de calidad, gracias al conocimiento que hoy tenemos, y eso, nos hace felices”.