Programa de arroz del IPTA investiga 18 líneas en tres ecorregiones

Cosecha en Arrozales del Chaco (Estancia 7 Puntas) en Presidente Hayes. Foto: A&N

Técnicos profesionales del Programa de Investigación del Arroz del Instituto Paraguayo de Tecnología Agraria (IPTA) trabajan en mejorar la resistencia de las plantas a diversos factores ambientales y optimizar el rendimiento del cultivo. El ingeniero Christian Ferreira, responsable del área con base en el campo experimental de arroz del IPTA, brindó una actualización sobre los avances y proyectos en el programa de arroz, destacando los esfuerzos en mejoramiento genético, manejo del suelo y del agua.

El IPTA, a través del programa BID, está aprovechando un crédito de 20 millones de dólares para fortalecer la investigación en mejoramiento genético del arroz. “Estamos trabajando en el manejo del suelo y del agua,” comentó Ferreira. Este financiamiento permite a los investigadores enfocarse en mejorar la resistencia de las plantas a diversos factores ambientales y optimizar el rendimiento del cultivo.

Nuevas Variedades Promisorias

El programa de arroz del IPTA está a punto de lanzar tres nuevas líneas promisorias, con miras a registrarlas como variedades oficiales en el Senave. Además, Ferreira reveló que están estudiando otras 18 líneas en cinco localidades de tres ecoregiones del país. “Queremos probar cómo se comportan las plantas en diferentes ambientes,” explicó, destacando la adaptabilidad de los materiales tanto en la región oriental como en el Chaco paraguayo, donde los resultados han sido prometedores.

Desde 2020, el IPTA colabora con la Federación Paraguaya de Productores de Arroz (Feparroz) y técnicos de Colombia para introducir y desarrollar nuevas líneas en el rubro. “Nos faltan unos tres años más de desarrollo para estabilizar genéticamente las plantas y poder lanzarlas periódicamente,” dijo Ferreira. La selección de materiales se realiza considerando factores como el cambio climático, las condiciones de sequía y lluvias, y las temperaturas extremas. Trabajando conjuntamente con el Fondo Latinoamericano de Arroz de Riego (FLAR), el IPTA recibe genética avanzada que es adaptada a las condiciones locales, siempre en consulta con los productores para asegurar que las nuevas variedades cumplan con sus necesidades específicas.

Arroz en el Chaco Paraguayo

El Chaco paraguayo está emergiendo como un nuevo polo de producción de arroz, a pesar de los desafíos como la salinidad del suelo. Ferreira explicó que se están desarrollando técnicas para mejorar la resistencia de las plantas a la salinidad, mediante el uso de enmiendas como el yeso y el mejoramiento genético. “El suelo del Chaco es muy fértil y, con el manejo adecuado, podemos lograr rendimientos altísimos,” afirmó.

“Actualmente en el Chaco paraguayo está naciendo un polo de producción en la margen derecha del río, desde aproximadamente la altura de Concepción hasta el bajo Chaco. Es muy interesante desarrollar esa zona. Es una zona totalmente diferente. Muchas veces los reservorios tienen alta salinidad, los suelos tienen alta salinidad, entonces tenemos que trabajar mucho en ese aspecto”, explicó.

Fotos: IPTA

“Tal vez tengamos que trabajar un poco con la física del suelo, porque el Chaco paraguayo es un suelo muy fértil y una vez que se le agrega agua, esos nutrientes se disponibilizan totalmente para la planta, pero un factor limitante es el sodio y entonces tenemos que trabajar en ese sentido para que las plantas tal vez genéticamente puedan ser resistentes a este elemento. Hay que ayudar a la planta para que, a través del manejo agronómico, o tal vez también a través de la genética, pueda soportar estas características del suelo de esa zona, para poder tener rendimientos altísimos y poder sobresalir en ese aspecto en esa zona”, siguió comentando.

Para el año 2024, el IPTA se ha fijado como meta evaluar tres materiales de tipo japónica en colaboración con el proyecto coreano KOPIA. Estos materiales están en su segundo año de evaluación agronómica, cumpliendo con los requisitos del Senave. “Queremos registrar estas variedades y ponerlas a disposición de los productores en uno o dos años,” concluyó Ferreira, enfatizando la importancia de la calidad molinera y culinaria en estas evaluaciones finales.