Análisis de INBIO: El estrés hídrico afectó el rendimiento de los cultivos de verano.

Según el análisis de humedad de suelo publicado por el Instituto de Biotecnología Agrícola (INBIO), en esta zafra se presentaron “dos situaciones bastante contrastantes“, así lo definió el Ing. Omar Paredes, asesor técnico y responsable de comercialización y difusión de semillas del organismo. Paredes se refería a un periodo inicial con buenas precipitaciones, seguido de un significativo estrés hídrico en diciembre. Este déficit de agua, sumado a los vientos provenientes del sector sur, afectaron negativamente el rendimiento de los cultivos de verano.

Los mejores registros de lluvias de la campaña agrícola en curso se produjeron en la primera quincena de diciembre para todo el país, lo que permitió mantener niveles óptimos de humedad en el suelo hasta el 25 de diciembre. Sin embargo, después de esa fecha, el monitoreo de humedad reveló una rápida pérdida en los perfiles del suelo, atribuida a las elevadas temperaturas y a los vientos rotando del sur. INBIO informa que esto se vio exacerbado por la textura del suelo y las condiciones de las diferentes parcelas, siendo los suelos arenosos y sin coberturas los más afectados, lo que resultó en una alta tasa de evapotranspiración, impidiendo que el agua disponible en el perfil del suelo fuera aprovechada al máximo por los cultivos.

“El daño ya está hecho”, lamentó Omar Paredes comentando que el perjuicio más severo se observó en las parcelas de soja sembradas a partir de mediados de septiembre, que fueron las más expuestas al estrés durante el período crítico de llenado de granos. Las variedades de ciclo corto, que suelen sembrarse en las últimas etapas de la siembra, mostraron una ligera ventaja al evitar parcialmente este estrés, ya que su periodo crítico de llenado coincidió en parte con una fase menos demandante de agua.

Etapa 1: Augurio de buena zafra

Durante la primera quincena de diciembre y hasta Navidad, se registraron condiciones hídricas favorables y precipitaciones óptimas en varias regiones del país. Sin embargo, Paredes especificó que la distribución y frecuencia de estas precipitaciones fueron altamente variables, lo que afectó de manera desigual a distintas zonas. Las lluvias, explicó “podría tranquilamente alcanzar a una parcela determinada y de ahí a 20 kilómetros, prácticamente no se vieron precipitaciones o se vio una precipitación mucho menor“.

Etapa 2: Déficit hídrico

El técnico recordó que a partir de Navidad, comenzaron a registrarse situaciones de estrés hídrico significativo en varias zonas productivas, como San Pedro, Concepción, el norte de Caaguazú y el oeste de Canindeyú. Este déficit hídrico tuvo un impacto negativo en los cultivos, especialmente en la soja, dado que el periodo crítico de generación de rendimiento coincidió con la mayor demanda de agua por parte de las plantas. “Durante este período, las condiciones de evaporación y transpiración fueron muy elevadas, lo que afectó el desarrollo de los granos, disminuyendo su peso y número, lo que se traducirá en una merma de rendimiento”, explicó.

La campaña en el Chaco

En el Chaco, las condiciones hídricas fueron relativamente mejores, lo que permitió que los productores pudieran comenzar la siembra de la zafra. Aunque las precipitaciones fueron también desiguales en esta región, algunas áreas recibieron lluvias suficientes para iniciar los trabajos de siembra de soja, especialmente en zonas donde las lluvias fueron más intensas. Pero aquí también se manifestaron las altas temperaturas, a pesar de lo que se ve hoy día, el Ing. Paredes afirma que aún es temprano para evaluar el impacto sobre el rendimiento, ya que el periodo crítico en el Chaco ocurrirá durante la floración, entre los meses de marzo y mayo.

INBIO elabora este informe valiéndose de datos satelitales proporcionados por organizaciones como NASA y otras entidades especializadas; estos datos se utilizan para generar mapas y realizar análisis de las condiciones de humedad en el suelo. Sin embargo, los mapas de precipitaciones proporcionan una visión general y no detallan la dispersión espacial ni la intensidad de las lluvias. “Por ejemplo, un acumulado de 50 mm puede variar significativamente dependiendo de si la lluvia fue constante a lo largo de varias horas o si fue concentrada en un corto período de tiempo, lo que puede tener diferentes efectos sobre el suelo. Por ello, es crucial validar estos datos con información proveniente del campo, a través de relevamientos directos con productores y técnicos locales”, explicó, al aclarar que toda la información generada por satélite, es contrastada por INBIO en comunicación con actores de campo.